La ansiedad, una respuesta adaptativa

Desde que el hombre inicia su caminar por este mundo se encuentra con diferentes situaciones que potencialmente pueden resultar peligrosas para su integridad.

En los primeros años será necesaria la supervisión constante de un adulto, ya que todavía el niño no tiene desarrollado ningún mecanismo que le proteja de todas esas situaciones. Únicamente el miedo, en el que aparecen respuestas a nivel motor, cognitivo y psicofisiológico que dependen de estímulos externos,  ejerce una función protectora, pero no es suficiente.

La curiosidad y osadía que muestran los niños contrarresta esa protección. Entonces, ¿por qué la naturaleza nos dota de elementos que en principio nos protegen, como puede ser el miedo y el estado de alerta, y por otra de sus antagonistas, como pueden ser la curiosidad y la osadía?

Es indudable que la curiosidad y la osadía por descubrir cosas nuevas son indispensables para la normal evolución del aprendizaje; y el miedo es el factor que nos protege de situaciones en las que podemos salir mal parados. Ambos cumplen su misión si coexisten en equilibrio.

Otro de los reguladores que provoca una respuesta psicológica y fisiológica ante el peligro, y que por tanto cumple también funciones de protección,  es la ansiedad.

En su vertiente natural es considerada como una respuesta  adaptativa al medio, y por lo tanto, ejerce una función necesaria y muy positiva en el hombre. Sin embargo hay momentos en los que se desvirtúa su función y empieza a convertirse en disfuncional o patológica por los efectos que produce, predominando respuestas encubiertas, que no siempre son evidentes a ojos de los demás, al producirse una anticipación temerosa de acontecimientos externos que dependen de la estimulación interna, no respondiendo a situaciones externas de peligro real. Es decir, si el miedo es una respuesta a una situación real externa, la ansiedad responde a una estimulación interna, por lo que no tiene por qué existir esa situación externa potencialmente peligrosa.

 

¿CUALES SON LOS SÍNTOMAS QUE PODEMOS OBSERVAR EN UN TRASTORNO DE ANSIEDAD?

A nivel físico, destacaría tres:

1.-Tensión motora: Todo el cuerpo se pone alerta, en tensión, como si hubiese un peligro real que hubiera que afrontar.

2.-Hiperactividad vegetativa: Taquicardia, sudoración, nauseas, sensación de inestabilidad, disnea (falta de aire), disfagia (dificultad para tragar), etc.

3.-Hípervigilancia: Exageración de la respuesta de alerta, sensación de que “va a pasar algo”, que se traduce en dificultad para concentrarse, trastornos de sueño, irritabilidad, etc.

 

2 GRANDES GRUPOS DE INDIVIDUOS EN RELACIÓN CON LA ANSIEDAD

Existen dos tipos de individuos: Aquellos en los que la ansiedad  es una característica de su personalidad y aquellos en los que la ansiedad aparece como reacción puntual ante un acontecimiento concreto y traumático para ellos. Estaríamos, por tanto, hablando de dos conceptos distintos:

La ansiedad como rasgo de personalidad: Que sería  la tendencia o predisposición de un individuo a reaccionar con ansiedad ante cualquier situación o a interpretar los distintos sucesos de la vida como peligrosos o amenazantes.

La ansiedad como estado: Que sería la reacción emocionalmente intensa ante situaciones que cualquier observador desde fuera  las percibiría también como potencialmente peligrosas, traumáticas o estresantes; como por ejemplo, un cambio de vivienda, la pérdida de un ser querido,  una ruptura amorosa, un nuevo trabajo, un exceso del mismo, una agresión, un accidente sufrido. etc.

Además, dentro de estos dos grandes grupos, en los que podríamos integrar a toda la población, existen muchos tipos de ansiedad, con algunos síntomas comunes y con síntomas específicos a cada uno de ellos; aunque esto sería objeto de otro artículo.

 

ERRORES  QUE  AUMENTAN EL NIVEL DE ANSIEDAD:

En determinadas personas se producen algunas distorsiones cognitivas, cuyo efecto amplifica el estado ansiógeno. Serían los siguientes:

1.- Adelantar conclusiones negativas sin que exista una evidencia que las apoye.

2.- Valorar una experiencia sin tener en cuenta el contexto. Es decir, tomar como referencia un detalle sacado fuera de su contexto ignorando otras características más relevantes de la situación.

3.- Sacar una conclusión general a partir de uno o varios hechos aislados entre sí y aplicarla a situaciones que no guardan relación.

4.-Errar en la influencia de los acontecimientos otorgándoles un peso exagerado o infravalorado con respecto a la evidencia real.

5.- Hay muchas situaciones de las que uno no es responsable, ó al menos, no es el único. Por lo tanto, el error sería atribuir la causa de sucesos negativos refiriéndolos a uno mismo sin que exista evidencia  clara para ello (locus de control interno).

6.- Las cosas y las personas no son solo buenas o malas, por lo tanto, el error sería clasificar las experiencias en una o dos categorías opuestas y extremas sin hacer valoraciones intermedias.

Para abordar cada uno de ellos, primero debemos ser capaces  de identificarlo, observarlo e intentar  corregirlo; aunque no suele ser tarea fácil y en algunos casos se requiere la ayuda de un profesional.

Para finalizar, únicamente resaltar que todos en algún momento de nuestra vida hemos tenido episodios en los que la ansiedad ha cumplido su misión y nos ha sacado de situaciones difíciles. En otras ocasiones, cierto grado de ansiedad o activación aumenta nuestro estado de alerta y nos ayuda en actos cotidianos, como puede ser la conducción, el manejo de máquinas peligrosas o una reunión importante de trabajo. El problema es cuando, lejos de ser una ayuda, pasa a ser algo irracional y condiciona o entorpece  nuestra forma de vida. Y es para estos casos para los que estaríamos los profesionales: Para observar sus manifestaciones,  encontrar sus causas e integrar respuestas alternativas y más adaptativas que mejoren nuestra calidad de vida.

 

Iñigo Estaún. Psicólogo.

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