Es sobradamente sabida la enorme influencia, a la hora de imponer modelos culturales, que ejerce la televisión como medio de comunicación en nuestra sociedad; pero un sector de esta, especialmente vulnerable a su influencia, es el de los niños y los adolescentes.
Desde los comienzos de la televisión en España allá por los años 60 o finales de los 50, hasta nuestros días, los programas dirigidos a los niños han ido experimentando cambios acordes con los cambios socioculturales que ha ido experimentando nuestra sociedad. En aquellos años ver la televisión suponía reunirse la familia durante las comidas y sobremesas para ver programas dirigidos a todos. Esto hacía que por aquel entonces la televisión tuviese un valor aglutinador para toda la familia, además de ejercer una función formadora al acercar otras culturas y costumbres al gran público, recibiendo esta influencia, al principio, las pocas familias que disponían de este aparato, para extenderse más adelante, y de forma masiva, al conjunto de la sociedad.
Hoy en día, según estudios realizados, los niños pasan delante del televisor un promedio de 4 horas diarias; horas que dejan de dedicar a otras actividades de tipo social, familiar o cultural.
Pero la cantidad de tiempo que se dedica a esta actividad no es el único problema. El problema estriba también en los contenidos de los programas que van dirigidos específicamente a los niños que imponen infravalores y modelos de dudoso gusto que a veces nada tienen que ver con lo que podemos considerar deseable para una educación sana; y que por regla general, tienen en lo efímero su mayor valor añadido.
Por otra parte, detrás de esos programas y cadenas de televisión se esconde una industria comercial que nos inunda con una publicidad agresiva y desmedida.
Otro de los aspectos a considerar sería la exposición de los niños a programas para adultos que se emiten fuera de la franja horaria de protección al menor, así como los avances de estos programas dentro de esa franja.
Ver televisión va en detrimento, por ejemplo, de la lectura y del juego con hermanos o amigos. Existe una oferta amplísima de cadenas y programas que abarcan las 24 horas del día, lo que facilita que los niños puedan estar “enchufados” permanentemente delante del televisor, en muchos casos, para comodidad de los padres.
Si bien hoy en día la televisión supone asomarse a una ventana al mundo que cumple una función educativa y formativa al permitirnos tener acceso a una gran cantidad de conocimiento (avances científicos, mundo animal, hábitos saludables y salud en general, etc.), también cumple otra función principal que es la de entretener de modo que los padres y cuidadores pueden realizar otras tareas con la tranquilidad de que sus hijos no corren peligro alguno.
ASPECTOS NEGATIVOS DE LA TELEVISIÓN.
El problema viene cuando se hace un uso de ella, abusivo por un lado, e indiscriminado por otro, al no hacer un filtro adecuado de los contenidos que van a ver los niños.
Si tenemos en cuenta que el desarrollo neurológico y emocional de un niño no es el mismo que el de un adulto, puesto que su cerebro madura en torno a los 18-20 años, hay funciones cerebrales como aquellas que favorecen la reflexión, el control de la conducta, el juicio y la capacidad cognitiva, que en el niño están incompletas por encontrarse en pleno desarrollo y pendientes de madurar, por lo que se van a ver contaminadas por la influencia de la televisión.
Dependiendo de la edad, el impacto de la televisión en el niño es diferente. Un niño, cuya edad está por debajo de los 5 años, percibirá las imágenes de una película como auténticas y reales. Y del mismo modo, por debajo de los 10 años, la capacidad de razonamiento crítico es aún limitada, de manera que noticias sensacionalistas, “culebrones”, etc. pueden provocarles un fuerte impacto y producirles terrores nocturnos y serios trastornos de sueño.
Así mismo, en la pubertad y adolescencia, donde la personalidad es aún inestable y desorganizada y la identidad está aún por definir, no encuentran en la mayoría de los programas actuales dedicados a adolescentes las respuestas a sus necesidades e interrogantes. Por otro lado, según estudios recientes, cuanta mayor exposición exista en estas edades a programas de contenido sexual, mayores probabilidades tendrán de iniciar la actividad sexual de forma temprana e inadecuada.
Otro de los aspectos negativos que podemos encontrar en la televisión es la sobreexposición a la publicidad; frente a la cual los niños, y en especial los que aún están por debajo de los 8 años, se encuentran indefensos psicológica y cognitivamente al no poder diferenciar entre un espacio televisivo que ha sido creado para entretener y otro que ha sido creado para vender. Y si además se trata de niños cuyas familias están en una situación económicamente desfavorecida les va a generar una frustración que en determinados casos podría derivar en distintos grados de violencia.
Todos estos problemas se agravan cuando la televisión se encuentra en un espacio más privado para el niño, como puede ser su cuarto. Ahí el control de los tiempos y los contenidos es mucho más difícil y el aislamiento familiar y social del menor se ve mucho mas favorecido.
Como curiosidad podemos apuntar que algunos países avanzados restringen de manera severa la publicidad dirigida a niños, como Dinamarca y Bélgica. Otros países como Suecia y Noruega llegaron a prohibir toda publicidad dirigida a menores de 12 años, mientras que Grecia solo la permitía a partir de las 22 horas.
En definitiva, y para concluir, podemos afirmar que si bien la televisión es un elemento cotidiano en la sociedad en la que vivimos, jugando un papel socializadorimportante en el mundo del niño y siendo además bastante difícil de suprimir del entorno infanto-juvenil, sí es preciso hacer un uso regulado de la misma teniendo en cuenta el efecto perverso que puede producir en aquellos que aún no han completado su proceso madurativo. Es aconsejable medir los tiempos de uso de la misma de manera lógica y coherente; procurando, si es posible, que la vean en compañía de algún adulto; y restringirla en esos otros momentos que han de dedicar a realizar los trabajos escolares.
La televisión no provoca en muchas ocasiones la curiosidad indispensable para motivar el aprendizaje. Por el contrario, ofrece una información acabada que no hace necesaria la participación activa del niño.
Nota del Administrador: Este articulo fue publicado y firmado por la autora, la psicóloga Dña. Begoña Viñuelas, en el numero 102 de la revista “Mi Pediatra”.
Begoña Viñuelas. Psicóloga.