Es un niño inquieto… O es hiperactivo?

Es un tema recurrente, sobre todo entre las madres, el comentar la desdicha que supone el tener un niño que no para de moverse ni un instante; que lejos de agotársele la vitalidad, lo que acaba es agotando a todo el que se cruza en su camino e intenta seguir su ritmo. Es como si una inmensa batería recargara continuamente unas pilas que le impiden apenas parar un momento,  no explicándonos cómo puede rendir algo en el colegio. Hace la convivencia tan estresante que no nos deja apenas tiempo de poner en práctica ninguna estrategia que contrarreste dicha conducta y acabamos creando y cronificando un clima de estrés que, en el mejor de los casos, nos empuja a huir en la medida de nuestras posibilidades.

Si hace unas décadas este cuadro lo teníamos etiquetado como “hiperactividad”, hoy en día este perfil se encuentra integrado dentro del famoso “Trastorno por déficit de Atención e Hiperactividad” (TDAH), inundando en ocasiones al niño con fármacos en un intento de contrarrestarlo y sin tener en cuenta que, si bien medicar a un niño puede y debe hacerse en determinados casos y tras un diagnóstico serio emitido por el profesional correspondiente, en otras ocasiones puede resulta perjudicial, pues no es lo mismo el perfil de un niño hiperactivo del de un niño que es simplemente inquieto o el de uno que ha sido diagnosticado con el mencionado trastorno cuyas siglas tan bien conocemos.

¿Cómo diferenciar uno de otro? En principio debemos fiarnos del criterio de un psicólogo que sabrá identificar los síntomas y confeccionar un perfil adecuado a las características del niño, aunque hay algunas claves que podemos encontrar en el devenir cotidiano del niño que nos pueden ayudar.

Según el prestigioso Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Sociedad Americana de Psiquiatría (DSM) hay unos síntomas  que nos pueden inclinar a pensar que se trata de un Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad:

 

Síntomas de Déficit de Atención:

No se fija en los detalles, tiene errores de descuido y el trabajo del colegio  suele ser sucio y desordenado.

Con frecuencia no finaliza las tareas escolares, pasando de una actividad a otra. No sigue las instrucciones ni las órdenes, por lo que suele evitar todas aquellas tareas que suponen una concentración personal (tareas de lápiz y papel).

A veces pierde el material necesario para las tareas o lo trata sin cuidado alguno.

Tiene dificultad para organizar tareas y actividades.

Incluso en los juegos, le cuesta mantener la atención y son olvidadizos con tareas cotidianas.

Se distrae con facilidad ante estímulos irrelevantes.

A menudo parece no escuchar cuando se le habla directamente, como si estuviese en otro lugar.

 

Síntomas  de Hiperactividad:

Tiende a mover en exceso manos y pies.

A menudo abandona su asiento en clase, aguantando muy poco tiempo sentado.

Corre o salta en situaciones inadecuadas.

No juega habitualmente de manera tranquila y le cuesta esperar su turno.

Habla excesivamente y de manera incontrolada.

Tiende a precipitarse en las respuestas, emitiéndolas antes de terminar de formulárselas.

También suele entrometerse o entorpecer los asuntos de los otros niños, tocando cosas que no debe y haciendo “payasadas”.

Estos síntomas nos deben dar la alerta de que estamos ante un posible caso de Trastorno por déficit de Atención, con o sin hiperactividad; debiendo actuar con cierta diligencia, ya que el tiempo es un factor importante en la evolución de estos niños.

 

¿Qué debe hacer la familia?

Tanto si se cumplen los criterios de TDAH como si únicamente estamos ante un caso de excesiva movilidad, la familia debe poner en marcha mecanismos como los que vienen a continuación:

1.- Se deben tener normas claras y bien definidas, teniendo siempre en cuenta que los niños no entienden de matices, por lo que tanto las obligaciones como las consecuencias deben estar definidas lo más claramente posible.

2.- Las órdenes han de ser cortas y dadas de una en una.

3.- Conviene propiciar un ambiente ordenado, muy organizado, con rutinas, sereno y sin gritos.

4.- Es muy importante reconocer el esfuerzo que realiza el niño tantas veces como nos percatemos de ello. La autoestima juega un papel fundamental en el logro de objetivos.

5.- Se deben evitar, por una parte, la superprotección (hay que enseñarle a pescar, no darle peces); y por otro lado, no dejarse manipular por sus caprichos.

6.- Es primordial establecer una referencia clara cuando no cumple con su obligación, por lo que se deben cumplir siempre los castigos.

7.- Ir dotándole de pequeñas responsabilidades que irán aumentando paulatinamente en complejidad, cerciorándonos al principio de que las cumple sin excesivo esfuerzo.

8.- Aceptarle tal y como es, puesto que en su intención no está el portarse de manera disruptiva. El tiene que luchar para conseguirlo y nosotros debemos ser siempre una ayuda.

9.- La constancia es una palabra clave que debemos tener en cuenta y transmitirle.

 

Iñigo Estaún.  Psicólogo.

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