Otra de las emociones negativas: La envidia

Decía Napoleón que la envidia es “una declaración de inferioridad”. Según esto podemos deducir que la envidia está íntimamente relacionada con la falta de autoestima por parte del que la padece.

La envidia es una de las emociones que más malestar e infelicidad causa. Puede tener en ocasiones un efecto autodestructivo ya que lleva consigo un gran sufrimiento, malestar, incluso tristeza, para la persona envidiosa, que tiende a distorsionar de manera poco saludable la realidad.

Antes de continuar con la definición de “envidia” debemos aclarar que un individuo puede desear lo que tiene otro (un coche nuevo, un buen trabajo, una pareja estupenda…) y no sentir envidia por ello, es decir se trataría de un anhelo lógico y natural que experimenta cualquier persona de vivir una situación que percibe como mejor que la suya. Estaríamos hablando de lo que coloquialmente llamamos “envidia sana”. Pero el envidioso, en el sentido negativo e incluso patológico del término, contempla el bien ajeno como algo inalcanzable para él; por lo que automáticamente le gustaría poseerlo. Además, siente un deseo irrefrenable de que el otro deje de tenerlo; incluso de privarle de ello, llevándole incluso a  mentir y traicionar por conseguirlo. Esta es la raíz de la envidia como sentimiento negativo.

Una persona envidiosa intentará difundir la idea de que el otro no merece lo que tiene, poniendo más atención en los aspectos negativos que en el talento y el esfuerzo que puede haber detrás de lo que el otro ha conseguido. Se trataría, en definitiva, de tener lo que posee el otro, y si no puede conseguirlo, que el otro tampoco lo tenga. Quiere ser él mismo, pero con los bienes del otro, sin tener en cuenta que todo tiene un coste en esta vida.

Desde el punto de vista de la persona envidiada existe a veces un componente de vanidad que hará de reforzador, propiciando que vivan de cara al exterior para mostrar lo que poseen, presumir de ello y suscitar envidias (un buen coche, trajes caros, posición social…)  aunque en realidad les cueste llegar a fin de mes; creándose así la fama de que son algo que no necesariamente son.

Es por eso que lo contrario a la vanidad, que sería la humildad, constituye una de las mejores armas que nos brinda la naturaleza contra la envidia. No debemos confundir vanidad o soberbia con autoestima.

Otro factor que también favorece la envidia es el modelo de valores que refuerzan todos los días los medios de comunicación con sus programas de actualidad, en los que nos muestran a personas, más o menos famosas o conocidas, disfrutando con sus parejas de una supuesta vida “idílica”, materializada en coches de último modelo, reportajes fotográficos de sus mansiones y vacaciones a lugares exóticos que el común de los mortales jamás se podría permitir; y todo ello ocultando la otra cara de la moneda que no es tan envidiable, la que todos tenemos con sus miserias y sinsabores; entre otras cosas, porque no resultaría atractiva de ver para el que consume este tipo de programas.

Por otra parte, si nos detenemos a observar otros aspectos de la realidad social podremos extrapolar este modelo basado, sobre todo, en valores materiales externamente apreciables; y observar que también por culpa de la envidia es muy fácil encolerizarse, mentir y crear polémica en nombre de una supuesta y falsa justicia democrática. A veces las personas, de forma deliberada, intentan perjudicar a otras supuestamente más favorecidas, en busca de justicia. De eso estamos viendo mucho últimamente, facilitado por los medios de comunicación, y en especial, por las redes sociales.

Para finalizar diré que cuando tengo en mi consulta delante de mí a una persona víctima de este sentimiento tan negativo y autodestructivo como es la envidia y tengo que definir con una sola frase el tratamiento que le voy a aplicar, sería la siguiente:

“Fomentar la autoestima y la empatía”.

Después veríamos cómo desarrollarlo y adaptarlo a su individualidad.

Y como ejercicio, o deberes para casa, le diría: “Para esta semana me vas a anotar algunas de las consecuencias positivas que tiene cada cosa buena que observes que consiguen los demás”.

El ejercicio siguiente iría encaminado a conseguir alegrarse por ello, es decir, que viviera los éxitos ajenos como algo reconfortante para él.

 

Begoña Viñuelas. Psicóloga.

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