El, miedo, la envidia, el enfado, los celos, la culpa… Todas ellas son emociones consideradas negativas, aunque también son el aviso de que algo no marcha bien, de que tenemos un conflicto y esto no es más que una alarma, un indicador.
Vamos a ocuparnos de una de ellas: La culpa.
La culpa es esa insistente voz interior que nos repite una y otra vez que no actuamos o no hemos actuado bien, que hemos transgredido la norma. Es una valoración o juicio negativo que el individuo realiza sobre sus propias acciones, influyendo directamente sobre su conducta.
No es necesario haber cometido una falta para tener sentimientos de culpa; y esto ocurre porque no existe una coherencia entre el sentimiento, o la acción supuestamente negativa, con lo que la persona considera correcto. Esa contradicción con respecto a su sistema de valores le produce un doloroso conflicto personal.
El sentimiento de culpa es una de las emociones más dolorosas y una de las más pesadas cargas de tipo psicológico que puede experimentar el ser humano; por eso ocurre a veces que los demás pueden aprovecharse del que lo padece o explotar el malestar que le está produciendo. En estos casos no lo podemos considerar un sentimiento adaptativo y que nos pueda servir como aviso o advertencia de que algo no marcha bien. Debemos sentirnos responsables de nuestros actos, pero no culpables.
Sin embargo, si tenemos en cuenta a los psicópatas, personas que son capaces de cometer los crímenes más horrendos sin sentir ningún tipo de culpa por ello, podríamos decir que existe un sentimiento de culpa que sería apropiado y otro de tipo neurótico o inapropiado. ¿Cómo distinguir uno del otro? Diríamos que es apropiado (y por lo tanto, adaptativo) sentirse culpables cuando por nuestra causa otras personas, de manera objetiva, pueden sufrir algún daño con nuestras acciones. Sería inapropiado o de tipo neurótico cuando no existe un daño intencionado, sino que se produce cuando tenemos un sistema de valores demasiado rígido que se rige por polos opuestos, es decir, todo es blanco o negro.
A veces ocurre también que la persona se siente, de manera desmedida, responsable de lo que les ocurre a los demás, siendo presa de un perfeccionismo difícil de cumplir porque se impone infinidad de obligaciones que no le corresponden y se autoreprocha constantemente por no cumplir, a su modo de ver, con todo su cometido.
Si el problema es que se tiene un sistema de valores demasiado rígido hay que tratar de flexibilizar la norma transgredida; y si se es coherente con dicho sistema de valores, reparar en la medida de lo posible el daño causado.
Consecuencias negativas de la culpa para el que la padece:
Dificultad para sentirse perdonado cuando ha actuado mal.
Dificultad para dejar atrás el pasado y vivir el presente mirando hacia delante. Esto puede producir estados de ansiedad, e incluso, conducir a la depresión.
Sentir que se cometen errores insalvables irá mellando paulatinamente su autoestima, sin permitirse aprender de ellos.
Podrá ser objeto de manipulación por parte de otros, y a su vez, tenderá a manipular del mismo modo en que él se siente manipulado.
Cómo librarse del sentimiento de culpa:
Algo que resulta muy útil es escuchar las observaciones que nos hacen las personas que nos quieren y con las que podemos hablar en confianza. Ellas podrán hacer una valoración más objetiva de los hechos.
Intentando aprender de los fracasos para no volver a cometer los errores. El objetivo es, una vez revisada la situación, “desactivar el proceso de adjudicación de la culpa”. Para que esta desactivación se generalice a posteriores situaciones similares suele ser necesaria la ayuda profesional.
Identificando los errores ajenos, planteándonos en qué medida somos responsables o si no lo somos en absoluto. Es decir, cargar con nuestra propia mochila, pero no con la de los demás.
En definitiva, se trata de identificar los errores y las causas de manera que podamos asumir la responsabilidad sólo cuando sea nuestra; y a continuación, rectificar para no volver a caer en el mismo error.
En qué situaciones la culpa puede resultar algo útil:
Solamente será un sentimiento útil:
Cuando se acepten los errores, pero sin sentimientos de fracaso permanente.
Cuando se aprenda de ellos porque nos ayuden a distinguir entre lo que va bien y lo que va mal en nuestra vida.
Cuando seamos capaces de convertirlos en una señal que nos ayude a revisar nuestras conductas para no repetir las que hayan dañado a otros o a nosotros mismos.
Cuando seamos capaces de analizarlo sin entrar en valoraciones negativas hacia nosotros mismos que lo único que nos proporcionan es sufrimiento y baja autoestima.
Cuando nos sirva para reparar el daño causado o a pedir perdón a las personas afectadas.
Si los sentimientos de culpa son tales que nos impiden analizar todo esto con claridad y solo nos sirven para castigarnos a nosotros mismos, entonces es conveniente buscar un profesional que nos ayude a identificar, tanto estos sentimientos como las situaciones en que se producen; que nos ayude a expresarlos, a aceptarlos como normales, a analizar sus causas, y algo muy importante, a identificar y reconocer nuestros propios límites. De este modo podremos actuar de manera positiva y que nos ayude a crecer.
Begoña Viñuelas. Psicóloga.