El mundo que nos ha tocado… El niño

Si nos paramos a pensar un instante en el momento que estamos viviendo, en el lugar geográfico donde se desarrolla nuestra vida, en los avances tecnológicos que nos rodean y que forman ya parte del decorado de nuestra existencia y en la impresionante evolución que han sufrido los medios audiovisuales en los últimos tiempos, nos percataremos de que, de repente, las sociedades han apretado el acelerador de manera que los conceptos y las ideas que  conformaban la vida hace apenas unos pocos años han quedado trasnochados, entre otras cosas, debido a la supresión de fronteras; generalizándose este fenómeno a todas las capas sociales a través de Internet. Esto ha supuesto una interrelación y acercamiento entre los pueblos de todo el planeta de manera más global, rápida e intensa.

Hoy en día, un sueco puede estar empapándose de algo que ocurre en La Patagonia, y puede adoptarlo si le resulta atractivo como conducta a seguir. Esto se puede producir en cuestión de nanosegundos y desde cualquier parte del mundo. La información la tenemos de manera instantánea, actualizándose de forma continua y con muy poco esfuerzo.

Hasta hace pocos años los medios de comunicación, con sosegado caminar, realizaban una  labor divulgativa a un paso mucho más lento, de tal manera que prácticamente se aseguraba la permanencia de las diferencias culturales en un lugar y en otro.

Por otro lado, son las sociedades más avanzadas las que suelen beneficiarse de este torbellino enriquecedor de intercambio cultural; y son éstas las que adecuan más rápidamente su “modus vivendi” a los nuevos tiempos. Son sociedades en las que la educación es una inversión realizada desde la más temprana edad para incrementar el valor añadido de las generaciones venideras; y la educación es entendida, no como un cúmulo de conocimientos que es obligado almacenar, sino como una manera de entender la vida desde el respeto a la diversidad y a la forma de entender la del que se tiene enfrente.

En España ocurre algo parecido a lo que ocurrió con la Talidomida a finales de los cincuenta y principios de los sesenta; que mientras que en otros países era prohibida porque podía producir malformaciones congénitas, aquí se siguió suministrando prácticamente hasta los años setenta. Pues bien, parece que algunos medios quieren seguir administrándonos la “Talidomida de turno” y se dedican a promocionar todo aquello que de superfluo, morboso e impactante hay a nuestro alrededor.

Hace unos días, sábado para ser exacto, en lo que llaman los entendidos “prime time” (¿por qué no utilizarán eso tan español que es “hora punta”?) no una, sino dos principales cadenas de televisión estaban emitiendo sendos programas de estructura parecida y cuyo contenido en uno de ellos era una entrevista a la líder en España del grupo Femme; la cual defendía a su manera lo que ella entendía que eran los “qués”, los “cómos” y los “dóndes” de las reivindicaciones de la mujer.

Resultaba desolador: Una muchacha joven, con la voz ronca de tanto chillar “¡Aborto sagrado!” era incapaz de entender que uno de sus entrevistadores le argumentara que el contenido semántico de ambos términos eran incompatibles con su proximidad. En otras palabras: Jamás se podrá decir de un aborto que es sagrado, independientemente de que se esté a favor o en contra del mismo.

La joven, crecida por la repercusión mediática que había tenido el acto que habían hecho en el Congreso, intentaba dar las razones (¡y qué razones!) que justificaran dichas reivindicaciones; pero éstas estaban llenas de topicazos, de vaguedades, de muletillas, de imprecisiones del lenguaje… alternando los tratamientos de “Ud” con los “tuteos” gesticulando en exceso. En fin, ¡una lástima!; y pensé para mis adentros, ¿qué tipo de educación habrá recibido esta jovencita?

No es que esté en contra de estos movimientos reivindicativos que son esenciales para que la sociedad se mueva, no es que no coincida con algunos aspectos que dejan entrever, lo que me parece lastimoso son las formas en cuanto a delatoras de una juventud (por desgracia, muy representativa) empapada de los mensajes simplones e impactantes que se les inculcan, de la falta de formación que le permita admitir matices, jugar con las ideas, seducir al televidente con argumentos, y hasta con datos, para que todos podamos revisar algunos conceptos.

En otro momento, la aprendiza de Juana de Arco arremetía contra uno de los entrevistadores al no ser capaz de entender que el respeto a las Instituciones votadas por la mayoría de los españoles empieza por respetar a aquellos órganos que nos representan, y que si bien tienen todo el derecho de reivindicar lo que consideren, no tienen derecho a violentar de esa manera tan televisiva el Congreso de los Diputados. Este matiz no llegó a captarlo en toda la entrevista, repitiendo una y otra vez que lo único que ella pretendía era que se la oyese.

A todo esto, el público,  empapado de la visión de la activista, aplaudía de vez en cuando, la mayoría de las veces sin saber muy bien por qué.

Esto no debería ocurrir, o al menos deberían ponerse todo tipo de trabas a la “analfabetería” más atroz, a la falta de pensamientos propios que fuesen fruto de una contrastada elaboración basada en datos y con argumentos flexibles capaces de englobar en un momento determinado a personas de distinto talante, aunque no dejaran de tener un efecto impactante como el que se ha producido en este caso, que reside en unas chicas que se desnudan de cintura para arriba en una sociedad con un punto de hipocresía y de falso puritanismo, irrumpiendo (que no violando) determinados espacios y produciendo el suficiente eco en los medios de comunicación, pero desde el respeto a los que no opinan igual.

… Y con argumentos, no con “vociferios”.

 

Iñigo Estaún. Psicólogo.

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