Si preguntásemos a distintas personas que entienden ellas por “bienestar” nos encontraríamos con que, dependiendo del tipo de persona de que se trate, así será su respuesta. Una persona de mediana edad, con un trabajo incierto y con una situación familiar determinada no va a contestar lo mismo que un adolescente, o un recién licenciado, ansioso por encontrar su primer trabajo; o un parado de larga duración, o un jubilado… No es lo mismo.
Todas y cada una de las posibles definiciones que nos dieran formarían un “todo” que rellenarían de contenido la palabra “bienestar”. Pero si intentásemos incluirlas todas en un diccionario, el resultado sería inviable.
Por lo tanto, deberíamos extraer de todas y cada una de ellas un denominador común que las aglutine para que todos, o al menos la mayoría de nosotros, nos viésemos identificados con tal definición.
Si fuésemos más allá e intentásemos extraer lo que podría ser el esqueleto del concepto, común a la mayoría de las personas (porque en esto, como en muchas otras cosas, es “la mayoría” la que aporta el contenido), nos encontraríamos con que conceptos como seguridad, previsibilidad, confort, tranquilidad económica y familia saludable, serían eslabones comunes a las distintas versiones.
La Seguridad viene referida a la sensación que nos produce, a nosotros y a los nuestros, el estar en un puesto laboral concreto sin que intuyamos peligro de perderlo. ¡Ojo!, me refiero a sensación de seguridad, no certeza. Muy vinculado a la sensación de seguridad, estaría el segundo concepto que se refiere a…
La Previsibilidad. Esta condición permite creer que a corto, e incluso a medio plazo, las cosas van a ir por derroteros que podemos anticipar; y todo lo que esté dentro de lo razonable, lo asumible y que lo podamos intuir, nos genera tranquilidad. La incertidumbre, el no saber qué puede ocurrir mañana, es el factor que más inquietud nos provoca favoreciendo la ansiedad).
El Confort vendría a continuación. Este es un factor puramente balsámico que por la cultura en la que estamos inmersos, nos recuerda a cada instante la posición que ocupamos, la que hemos conseguido; permitiéndonos además ser capaces de disfrutar de aquellos elementos materiales que nos hacen sentir cómodos en nuestra casa, en nuestro salón, y en definitiva, en nuestro espacio. Este factor es el único para el que se requiere un aprendizaje previo. Si no nos enseñan desde pequeños el valor de las cosas que poseemos y no nos muestran desde la infancia cómo poder disfrutarlas, no sabremos nunca apreciar el sabor y el confort de “lo cotidiano”. Aquí también se colaría, a mi juicio, la educación en la sensibilidad y el buen gusto; que si bien requiere de unos mimbres mínimos, también nos viene dado desde la infancia.
La tranquilidad económica. No hay convivencia capaz de no resentirse si flaquea la cuestión económica. Es por lo tanto indispensable que si hablamos de bienestar asociemos inmediatamente la estabilidad económica. Dependiendo del grado de flexibilidad emocional que tenga la persona, de la riqueza interior que le permita relativizar las cosas, desprenderse de lo superficial y adaptarse a la nueva situación, así incidirá más o menos en su bienestar.
Una familia saludable. Es quizás el pegamento que aglutina todas las anteriores. Cumple una función fundamental en la estabilidad de cualquier ser humano, por lo que su desestructuración genera una distorsión difícil de manejar.
Si se trata de una familia saludable en términos generales, si tiene vínculos importantes entre sus miembros que se regeneran regularmente con unas relaciones fluidas, si es un modelo de familia capaz de provocar en momentos difíciles sentimientos de unión entre sus miembros acogiendo al más desvalido, entonces los individuos que la componen desarrollarán una mayor autoestima y una mayor calidad humana.
Pero, por regla general, es muy difícil que todos estos conceptos coincidan, por lo que habremos de ir tapando los parches que nos producen aquellos que flaquean. Tendremos que ser conscientes de dónde puede estar nuestro punto flaco, analizarlo e intentar suplirlo por otros caminos, porque sin duda, lo importante de todo esto somos nosotros.
De nuestro bienestar depende nuestra calidad de vida interior y de la que seamos capaces de transmitir hacia fuera. Los profesionales de la salud mental pueden ayudarnos a hacer una fotografía de nuestra situación y enseñarnos a eliminar aquello que distorsiona esa fotografía.
Iñigo Estaún. Psicólogo.