Como dice el acervo popular: “La dicha nunca es completa”; pero a lo que sí hay que aspirar es a que los momentos buenos pesen en la balanza lo más posible con respecto a los malos.
Para vivir en pareja lo primero que hace falta es que exista por ambas partes grandes dosis de buena voluntad. Este punto evita muchas discusiones absurdas por pequeñas cuestiones domésticas que arruinan la armonía y la paz en la convivencia.
En segundo lugar, tejer la mayor cantidad de lazos posibles que sirvan de unión. Hay muchas cosas en la vida que se pueden compartir y que proporcionan un enorme placer.
Lo tercero sería tratar de recuperar la ilusión por el otro. Que cada vez que le miremos lo hagamos intentando redescubrir aquellas cosas que nos enamoraron en su día. A veces cuesta encontrarlas porque se han ido instalando capas y más capas de rutinas, manías y rencores; pero se puede intentar apartar todo eso y buscar qué se esconde detrás.
En cuarto lugar, cuidar el modo de tratarlo. Cuidar los comentarios, evitar los sarcasmos, que aunque suelen hacerse a modo de broma, dejan al otro un regusto amargo y van minando la autoestima. Sustituirlo por palabras amables y halagadoras (sin que resulten falsas), buscando siempre el comentario agradable de lo que tenemos delante. Aunque a veces algo oculto, el lado positivo siempre está ahí.
Y por último, intentar ser atractivo para el otro (me refiero al aspecto físico) para volver a despertar la atracción y el placer por el coqueteo y el juego y propiciar una relación sexual cálida y agradable.
Es evidente que estas pautas no sirven de mucho si no son puestas en práctica por ambos miembros de la pareja, pero también es cierto que cuando uno de los dos comienza a actuar así, se produce una especie de sinergia que propicia que el otro se comporte igual. Normalmente actuamos en espejo y se tienden a copiar comportamientos tanto para lo bueno como para lo malo.
Por lo tanto, aunque existan roces y sinsabores, inevitables de todo punto en una relación de convivencia, sí es posible ir puliendo por ambas partes las aristas más afiladas.
Pero recordemos, pongamos grandes dosis, o quizás sean suficientes unas gotitas, de buena voluntad en el cóctel.
Begoña Viñuelas Collado. Psicóloga.